A las puertas del lanzamiento de nuestro primer producto, con el cosquilleo interno que ello conlleva, y sobre todo con la ilusión de que un proyecto tan largamente gestado vea la luz, escribo el primer post de nuestro blog.
El grupo “semilla” nos conocimos en un curso sobre legalización de productos cosméticos artesanos, cada una en su momento vital, con su bagaje y su historia detrás, pero todas con el firme propósito de hacer llegar nuestras creaciones cosméticas al mercado. Éramos 4, ahora somos 8. Ni recuerdo cómo “aparecieron” las demás en el camino del proyecto, no fue casual, somos piezas que encajan. Fundamos Artea Natura, y la semilla empezó a brotar.

Cada una aportábamos muchas horas de “potingueos”, de pruebas, de estudio, de trabajo en nuestra pasión, algunas incluso intentos fallidos de puesta en el mercado. Todas proyectábamos nuestros talentos en nuestras recetas. He ido descubriendo los talentos de mis compañeras poco a poco, a pequeñas dosis, y cada vez siento con más claridad que nos complementamos, que podemos impulsar alto nuestro proyecto, aún con todas las dificultades que han surgido y surgirán.
El proyecto se gestó durante la pandemia, veíamos cómo todo parecía derrumbarse ahí fuera mientras nuestras ideas tomaban forma, cada vez más concretas, aprovechando la oportunidad de habernos encontrado dentro de la crisis que nos envolvía.
Lo sentimos dentro. Sentimos que queremos ofrecer una cosmética consciente, honesta, responsable, fuera del gran circuito de la cosmética de masas, dentro del pequeño circuito de lo artesano, lo sostenible, lo coherente, lo respetuoso con el medio ambiente y con nuestra piel. El lema hipocrático “primum non nocere” (primero no dañar) es nuestra máxima.
¿Cómo vamos a hacerlo?
Inspirándonos en la Naturaleza.
Estudiando al detalle cada fórmula, sin ningún ingrediente de más ni de menos.
Produciendo en el pequeño laboratorio toledano de Esther (una de nosotras) y su
marido Paolo. Ellos combinan sus conocimientos de emprendimiento con los
científicos para trabajar de manera super rigurosa y precisa.
Respetando la individualidad de cada artesana.
Trabajando de manera horizontal, cooperando, siempre.
Confiando en nuestra intuición, pasión, propósito y… celebrando cada logro

Me siento como cuando estoy por emprender un gran viaje, con esa mezcla de nervios, necesidad de controlarlo todo, excitación e ilusión. Y con mucha gratitud por todo el camino recorrido, por todo lo aprendido y por tener delante, cada vez más cerca, el momento en que nuestro champú ayurvédico empiece a convertirse en indispensable en vuestros cuartos de baño, neceseres de viaje y, en definitiva, en vuestros pequeños
momentos de autocuidado.
Y sean cuales sean los resultados de esta aventura, todo habrá merecido la pena, porque perseguir un sueño en coherencia con nuestra esencia es siempre un éxito.
¡Hasta pronto!
Silvia Arévalo